Villanos de cine

Naranja mécanica

Texto: Ercilia M. Perriere

«Cuanto mejor es el villano, mejor es la película».
Alfred Hitchcock

Los villanos son los peores enemigos de los héroes y los mejores amigos de cualquier guionista, y sus hazañas malvadas son los motores ocultos de cualquier gran película.

Estos seres maquiavélicos se adaptan a cualquier género (oeste, fantasía, ciencia ficción, horror, drama) y sufren cambios constantes, ya que los gustos y las modas cambian junto con ellos. Sus objetivos y los métodos pueden cambiar, pero en última instancia, su función es siempre la misma: hacer de la vida un infierno para los otros personajes de la historia, poniendo a prueba el temple del protagonista, o crear una situación que el héroe (o heroína) tiene que resolver.

Por supuesto, las películas ofrecen un reflejo distorsionado del mundo real. A menudo se dice que la batalla del bien contra el mal, comúnmente representado en las películas, es un consuelo, porque simplifica las luchas aunque más matizadas y complejas de la realidad. Por eso, las películas de superhéroes se han disparado en popularidad en los últimos años, a modo de evasión, tras el colapso financiero y las advertencias terroristas, encontrando refugio en estos filmes, donde los límites de lo que es correcto y lo incorrecto se definen más claramente.

Algunos villanos han pasado a formar parte de la historia  del cine, podríamos mencionar a: Hannibal Lecter (El silencio de los inocentes), Darth Vader (Star Wars), Jack Torrance (El resplandor) o Alex DeLarge (La naranja mecánica).

Al igual que los héroes encarnan todos los rasgos más encantadores de nosotros mismos (valentía, fuerza, coraje, belleza, empatía, fama), los villanos fascinan con los rasgos negativos que todos llevamos, pero que estamos obligados a suprimir.

Por ello, el mundo necesita villanos, y para este bloque elegimos tres cintas de villanos memorables: Blue Velvet (David Lynch, 1986), La noche del cazador (Charles Laughton, 1955) y  Peeping Tom (Michael Powell, 1960).

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