Átame!

Texto: Ercilia M. Perriere

Las cuerdas invisibles que nos atan el uno al otro convierten literalmente a esta historia, “Átame” (1989), en una de las metáforas más lúbricas de Pedro Almodóvar. Se trata de una combinación de “El coleccionista” (William Wyler), a la que el director manchego le rinde un homenaje castizo, y un romance technicolor en una línea rocambolesca.

Cubrir las expectativas tras la alabada obra maestra que fue su anterior película, “Mujeres al borde un ataque de nervios” (1988), no era tarea fácil. Sin embargo gracias a un planteamiento bizarro, desbordante de frescura, actuaciones brillantes y un toque de extravangancia, Almodóvar consigue no solo atraer la atención  sino también dejar impreso un nuevo registro en su carrera cinematográfica.

Ricky (Antonio Banderas)  es  la definición de la sexualidad latina, peligroso y seductor, con corte de pelo al ras, que acaba de recibir el alta médica y judicial de un hospital psiquiátrico. En su mente ilusa persigue la idea de ser parte de la “sociedad”, y  para llevar a cabo este objetivo pretende encontrar un trabajo y formar una familia junto a Marina (Victoria Abril), una drogadicta y ex actriz porno con la que estuvo una noche tras uno de sus escapes del hospital.

Nuestro protagonista, lejos de ser racional, como casi todos los personajes almodovarianos, sin dilaciones decide secuestrarla, convencido de que si ella lo conociera llegaría a enamorarse de él. Pero el rechazo inicial de Marina, obliga a Ricky a atarla, esposarla y amordazarla en su propia cama. Ricky, incapaz de utilizar cualquier tipo de manipulación psicológica sobre Marina, se aleja de  sutilezas optando por ser sencillamente directo con ella: “Tengo 23 años, 50.000 pesetas y estoy solo en el mundo. Me gustaría ser un buen marido para ti y un buen padre para tus hijos”.

Hace poco hablamos de “Buffalo ’66″ (Vincent Gallo) en donde también se aborda esta temática que nos recuerda al Síndrome de Estocolmo, en donde la víctima se enamora de su captor, pero estos argumentos están  bien lejos de los cientos de casos reales documentados, por lo contrario,  lindan entre lo absurdo y lo ridículo.

El film está cargado de morbosidad, sumisión, perversión y masoquismo. Pero aun así, se trata nada menos que de una comedia romántica, en donde los personajes, humanos, neuróticos e imperfectos desafían a la audiencia sacándola de su confortable comodidad respecto a esta saturada visión del amor  y la sexualidad. La película es explícita no solo en las escenas de sexo, sino también por su honestidad emocional.

Una de las escenas más controvertidas por su alto contenido erótico es en la que la heroína de Almodóvar se entretiene con su juguete submarinista en la bañera, escena que llegó a ser injustamente clasificada en el estreno estadounidense como contenido X y que, a pesar de acalorados debates, finalmente acabó sin ninguna clasificación.

Y así muchos espectadores encontrarán “Átame” ofensiva y otros, estimulante, pero es difícil para todos negar que Almodóvar le dio una necesaria sacudida a la cinematografía española, que había quedado rezagada a mediados de la década de 1970. Una de sus mayores influencias fue Luis Buñuel, que era el maestro en el uso de lo “no-racional” en cintas como “El ángel exterminador” (1962) y “El discreto encanto de la burguesía” (1972). A Buñuel le encantaba poner a sus personajes en determinadas situaciones y obligarlos a trabajar dentro de los estrictos límites de su universo, nada más contradictorio con el pensamiento racional.

Sin embargo Almodóvar no se detiene a explorar las paradojas de este tipo de cautiverio sexual, como probablemente lo hubiera hecho su compatriota Buñuel. «Átame» no pretende ser compleja y profunda, opuestamente enfatiza la frivolidad con matices vulgares.

Junto al director de fotografía José Luis Alcaine crean un fuerte sentido visual con un uso dinámico del color. Esta vez quedan relegadas las bulliciosas calles de Madrid que dominan la mayoría de su trabajo, porque gran parte de la acción se limita a la habitación de Marina en donde sobran detalles dentro de una composición ordinaria, como el cuadro religioso que pende justo en la cabecera de la cama. En general, los colores brillan dentro de un conjunto de diseño bastante inusual y similar al que más tarde propondrían en “Tacones lejanos” (1991) o “Kika” (1993). La banda sonora a cargo de Ennio Morricone intenta darle una atmósfera de misterio al film, aunque parece desencajada, es exactamente la finalidad.

Los personajes secundarios deambulan por la trama casi sin sentido, pero debemos destacar principalmente la interpretación de Loles León (la hermana comprensiva de Marina) sobre todo cuando canta la versión de “Canción del alma” y en el conmovedor final entonando junto a Banderas «Resistiré». Tampoco podemos olvidar a Paco Rabal, siempre impecable, y a Rossy de Palma o María Barranco.

En 1990 “Átame!” recibió quince nominaciones a los Goya y ningún galardón, siendo “¡Ay, Carmela!” (Carlos Saura) quien se llevara  trece estatuillas. Razón por la cual, Almodóvar dejó de asistir a la ceremonia hasta los Premios Goya 2010 donde reapareció para entregar el premio a la mejor película.

3 respuestas to “Átame!”

  1. Como siempre un comentario de lujo.

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